¿Una cita tradicional o especial? (Su versión)
Aún siento las huellas del placer vivido ayer.
Imágenes relámpago de la pasada noche pasan por mi mente haciendo que mi cuerpo
se estremezca y aparezca una inevitable sonrisa, esa que tanto le gusta, en mi
cara.
El día de ayer fue transcurriendo lento y tedioso.
Cuando esperas algo, que llegue, que pase, saber cómo será, qué será...el
tiempo reduce su marcha. Y eso fue lo que pasó.
Habíamos hablado por messenger durante bastante
tiempo, a rachas, unas veces más y otras menos, pero llevábamos un tiempo manteniendo
unas conversaciones muy interesantes. Todo empezó de forma inocente, hablando
de fantasías, de experiencias, de su blog. Yo leía esas cosas y me
encantaba...me excitaba imaginarlo, pero lo veía como “esas fantasías que te
excitan pero nunca te atreverías a hacer”. Sin yo darme cuenta él iba dejando
semillitas en mi mente, que poco a poco iban creciendo y se iban metiendo más y
más en mis fantasías. Me hacían desear vivir esas cosas que no me atrevía a
vivir. Me costó mucho decidirme a aceptar que alguien que yo no conocía, por
muy buena sensación que me transmitiera, me preparara algo, una sorpresa, algo
erótico, sin saber yo nada de lo que iba a pasar. Entregarme a él, depositando
toda mi confianza en él esperando que realmente fuera como parecía ser. Por
otro lado, ¿cuántas veces conoces a alguien que quiera hacer eso por ti? ¿para
hacerte disfrutar? Y saber que disfruta con ello.... Que pueda darte unas
sensaciones y una experiencia que de otra forma no podrías obtener. Tenía que
hacerlo. Tenía que superar mis miedos, nervios y temores, porque yo quería
vivir eso. Quería sentirlo de verdad. Asi que me lié la manta a la cabeza y le
dije que sí. Una vez tomada la decisión, que fue lo que más me costó, ya no
había marcha atrás. Los nervios y temores no desaparecieron, pero al fin, sabía
lo que quería.
Los días previos, incluso en el mismo día, me
picaba con la imagen de posibles situaciones para estimular mi imaginación, que
llevaba ya activa desde el día que habíamos decidido quedar. No sabía lo que
iba a pasar, solo sabía que iba a ser algo excitante y emocionante y tenía
total confianza en él, a pesar de lo que la lógica podría dictar en una
situación así.
Se acercaba el momento. Yo estaba en mi casa
pendiente de la hora, él me avisaría con tiempo para arreglarme y llegar a
Santa Ana, nuestro punto de encuentro. Al fin me escribe, está todo listo. El
corazón se me acelera y me pongo la ropa que ya tenía cuidadosamente elegida
desde hacía unos días. Medias, faldita corta, una camiseta negra con encaje y
ropa interior negra.... “¿llegaría a verla? ¿qué me esperaba esa noche...?”
estaba tan nerviosa como intrigada.
Ya en el metro mi mente no paraba. Quería
llegar yaaaa!! Le aviso de que ya estoy allí y no obtengo respuesta. Mis
mensajes de whatsapp salen como no leídos. “¿Qué está pasando?” Miro a mi
alrededor, buscando. Cada persona que se acercaba a mi me hacía dudar, ¿formará
parte de la sorpresa? ¿alguno me dará una nota? Después de casi 10 minutos, ya
me empiezo a preocupar ¿y si era todo una broma? ¿Y si al final no aparece?
Le
intento llamar y no lo coge, pero al ratito me llega un sms. El whatsapp no
funciona y no me han llegado sus instrucciones. ¡Uf! Menos mal....solo ha sido
un fallo técnico. Al fin recibo su mensaje original:
- “Entra en el pub
Melia,sabes cual es? Dirigete a los baños, estan a la dcha por un pasillo.
Entra en la última cabina. Detras de la taza, escondida hay una bolsa negra,
ponte las dos prendas que hay dentro, ajustalas bien, de ello dependeran tus
sensaciones. Cuando estes lista, sientate, me escribes y espera.”
Me dirijo
hacia donde él me indica, casi temblando de los nervios, sin saber lo que me
espera. Encuentro la bolsa con dos antifaces negros en su interior....Los
coloco bien, no veo nada. Le escribo y me siento.
Ese momento fue totalmente
surrealista, me imaginaba yo desde fuera y pensaba, “¿pero qué haces aquí? ¿a
quién se le ocurre?” Cuando oí que alguien entraba en mi cabina me tapé la
cara, de nervios, vergüenza, timidez...y pensé
- “Ya no hay marcha atrás”
Él
notó esos nervios al instante, yo daba por hecho que era él. La persona con la
que tanto había hablado. Pero en ese momento me explicó la situación. Era un
amigo y solo venía a acariciarme con las yemas de los dedos. Yo me quedé un
poco alucinada, ¿sería verdad? ¿era otra persona?
Me puso de pie, me acariciaba
despacio, mis piernas temblaban, me susurraba lo mucho que le gustaba...No
sabía que hacer con mis manos, hasta que él me dijo que podía tocarle. Le
tocaba la cara, imaginando sus rasgos. Notaba sus brazos fuertes, su pecho. Era
alto, su olor me atraía....poco a poco acercaba su cara a la mía y me hablaba.
Debía bajarme las braguitas para ver lo húmeda que estaba. Yo me dejé. Sabía que lo estaba.
Esas caricias, por muy
inocentes que parecieran, me estaban volviendo loca... Sólo la situación, su
presencia y su actitud ya me volvían loca. Me subió la falda y bajó mis
braguitas, intentando no tocarme mucho, ya que no era “lo acordado”. Vió lo
mojaditas que estaban y volvió a incorporarse a mi altura. Sentí su deseo en mis
manos, empecé a acariciarle y noté cómo estaba de excitado y eso me hizo
estremecerme y desearle aún más.
Me rozaba los muslos, por la cara
interior...acercándose a mi sexo ansioso por ser acariciado. Notaba su
respiración sobre mi rostro, casi en mis labios, anhelaba besarle, quería
sentir sus besos...pero no podíamos, el trato eran solo caricias con los dedos.
Pero poco a poco sus dedos iban rozando el límite de lo prohibido y mi
excitación era cada vez más evidente, mi respiración se aceleraba cada vez más,
mi boca se entreabría y mis caderas se adelantaban ofreciéndome a él.
Me
propuso hacer una trampa. Él no podía tocarme, pero yo podía guiar sus manos.
Sonreí ante la idea y no lo dudé. No podía más. Acaricié su brazo hasta llegar
a su mano y la guié hacia mi coño, dirigiendo sus movimientos y cuando sentí
sus dedos entrar dentro de mi se me escapó el primer gemido ahogado y me
entregué totalmente al placer que estaba sintiendo.
Estaba tan excitada que se
oía como entraban y salían sus dedos de mi coñito ahora empapado. Estaba
abrazada a él, muy consciente de que no le había besado y en ese momento
pensé....
- ”Si no es él, no me importa. Me encanta.”
Me sentó, me abrió las piernas y empezó a lamerlo suave
moviendo sus dedos en mi interior. En ese momento me tenía en sus manos. No
recuerdo haber estado tan excitada, tan entregada a alguien desde hacía mucho.
Según aceleraba el ritmo mi boca se abría deseando gemir libremente, pero
conteniéndome y mordiéndome el labio inferior porque había gente fuera. Seguro
que podían oírnos...mi respiración agitada y su lengua recorriendome y
saboreándome no se podían esconder en el silencio. Pero daba igual. Estabamos
él y yo.
Con los ojos cerrados podía evadirme del resto y concentrarme en cada
movimiento de su lengua, de sus dedos, concentrada en controlar esos gemidos
que luchaban por salir y que en algún momento no pude contener.
Cuando bajó un
poco el ritmo me incorporé, le cogí la cara y besé sus labios, no podía
aguantar más. Viví cada movimiento de su lengua y de sus labios de ese primer
beso con intensidad
- “Ummm que bien besa, tan bien como prometía”.
Nos
levantamos y seguimos besándonos, no podía parar. Pero sabía que estaba
llegando el momento de irse. Se guardó mis braguitas y a cambio me puso otras....que
más que braguitas era un tanga con una cuerda con perlitas, que a cada
movimiento te hacía ser consciente de que lo llevabas.
Cuando se fue, me quité
el antifaz, estaba sudando, me temblaban las piernas...Me senté un momento para
recuperar el aliento pero cerraba los ojos y no dejaba de sentirle, me daban
escalofríos de placer y sonreía. Lo había hecho y lo había disfrutado, y madre
mía, ¡cómo lo había disfrutado! Porque ese era uno de mis miedos, que los
nervios me traicionaran y no me dejaran vivirlo en toda su intensidad. Pero eso
no había pasado, había sido increíble. Y aún me quedaba conocer a la persona
que lo había hecho todo posible....¿o ya la conocía?
Salí y le vi allí, de frente...Cuando le vi supe
que había sido él. Su pelo y su olor, le delataban. Pero seguí con el juego del
chico que se acababa de ir. Y le conté mi versión de los hechos. Nos tomamos
una copa y hablamos de nuestras sensaciones, impresiones y pensamientos.
Ha
sido una de las experiencias más intensas que he vivido y aún hoy tengo esas
sensaciones a flor de piel.... Fue el comienzo de una noche para recordar, y
espero que la primera de otras.