lunes, 14 de mayo de 2012

El arte de seducir. Capitulo XIII: La ética de la seducción



Continuación de: El arte de seducir. Capitulo XII: Ataques de fuego.

El arte de seducir y el arte del engaño son dos artes que no tienen nada que ver entre si.
No se puede concebir la seducción como un arte si se encuentra presente el engaño.
Dicho esto, debería bastar para entender perfectamente en que se debe basar la ética de la seducción, sin embargo cuando de engaños se trata, conviene tener en cuenta ciertos aspectos.
Hay gente que piensa que un engaño, deja de ser tal cuando uno encuentra argumentos suficientes como para que este deje de serlo, esto no es así, un engaño siempre es un engaño, se encuentren argumentos que lo justifiquen o no.
Podemos encontrar argumentos que lleguen a explicar como un elefante podría subirse a una margarita, pero eso no quiere decir que sea posible, es solo teoría.
De la misma manera vestir con argumentos un engaño, por elegante que sea el resultado, chocará con la ética de la seducción y esta no podrá considerarse arte.
El mayor peligro del engaño no lo corre la persona a la que se desea seducir, sino nosotros mismos si caemos en él.
Resulta tentador hacerlo (caer en el engaño), en aquellos momentos en que te preguntan por ejemplo si te gusta algo en concreto. Decir que si, agradar y buscar el posicionamiento que puede ofrecernos ese nuevo punto en común, cuando en realidad nuestra respuesta sincera sería decir no, no me gusta.
Al caer en esa tentación es el momento en el que comenzamos a convertirnos en otra persona y poco a poco vamos dejando de ser nosotros mismos.
Cuando dejamos de ser nosotros mismos, es otra persona la que en realidad se encuentra seduciendo, ese personaje que engaño a engaño, vamos creando poco a poco y sin darnos cuenta.
Podrás cosechar mil victorias, anotar mil muescas, pero ¿no te das cuenta de lo triste que resulta tener que asumir que tu no eres capaz de seducir y tu personaje si?
Por eso, si se llega a perder la ética, invariablemente se perderá algo de dignidad.